
Un duende
caminando
sobre
un tronco,
baila
la vida.
Una hoja
cayendo;
bella
y plácida,
baila la muerte.
El duende
de la vida
suele, además,
caminar
/algunas
tardes/
las hojas
de la muerte
-sumergido
en la misma danza-
Como una pincelada
sin cortes.
Como la continuación
de la eterna
belleza.