
Edificios
cada vez
más altos;
bajo un cielo
cada vez
más lejano.
Intentos
de Babel
que se derrumban
en silencio,
entre el ruido
ensordecedor
de la urbe.
Tanta tanta
soledad
en medio
de las calles
superpobladas.
Tanto aislamiento.
Tanta necedad.
Tanta ceguera:
Hastiada,
aturdida,
inválida.
Un grito
de silencio
inacabable,
surca
el centro
del bullicio,
y encarna
el germen
del llamado.
Un grito
de silencio
convoca
eternamente
a los que
escuchan.
Un grito
eterno,
abierto
a los sentidos
que no han muerto
por la inercia,
y están
a tiempo,
aún,
de no morir
de sueño.