
El sol
despierta,
ablandando
-con su luz-
las torres.
Se abre una
esfera
de silencio
-como una trampa
o un salvavidas-
y
una brisa,
recorre
sigilosa,
los bordes
de la escarcha.
Lo cotidiano
puede,
a veces,
volverse
muy extraño.
Como si ocultara
una risa
lejana,
fundida
en un trasfondo
de inquietud
irresoluta.
Como si la vida
fuera una pregunta
constante,
que canta perenne
su propia respuesta
inexistente.