Desde una llama humana y pasional, emerge el reflejo de nuestra propia sombra
-aquella que sin luz, no existiría-.

.:::. Hay quienes dicen que la verdadera luz es transparencia, por lo que no puede ser reflejada; ya que es todo y nada, a la vez .:::.

Este fuego humano, mundano y finito. Fuego denso, corpóreo. Peligroso y sustancioso: ES reflejo y REFLEJA. . .
Y es la huella de la transformación del ardor, causado por su espejada condición, la que va trazando el rumbo:
forjando el aprendizaje.

martes, 19 de octubre de 2010

el hada neGra.-


Caspar David Friedrich, Monje en la orilla (1810)






La muerte
es un hada
con alas
de seda negra.

Con pasos
de estelas
brillantes,
en variantes
de oscuros
resplandecientes.

Tiene un sonar
característico
en su andar
silencioso.

Una música
última
y exquisita.
Inconfundible.

Tiene un aroma
que la destaca
entre todas las
flores
que la engalanan.

Y su presencia
estremece cada poro,
entrando triunfalmente
desde adentro
hacia afuera.

Allí pasa
la muerte,
una vez más.
Entera, rotunda,
e inacabable.

Con su semilla
de nácar
que no germina.
Que tan solo
sepulta
el brillo y la
osamenta.

Con su vibrar
temible
y romántico,
abriendo los umbrales
y los puentes.

Cruzando los muros
infranqueables.

Allí pasa,
otra vez

y está
tan VIVA.