Las mañanas tranquilas
envuelven a Tandil.
Lo reciben en silencio.
El sol bendice
las ventanas
de la casita compartida,
y baña la madera
en miel de oro.
Todo es ameno
y apacible.
Los vestigios de la turbulencia
a veces estremecen
mis ojos;
brotando desde
adentro.
Pero lentamente
la calma va llegando:
Esta claridad que inunda el espacio,
con su aroma
a eucaliptus;
comienza a
filtrarse por mis poros.